jueves, 17 de noviembre de 2016

Bodas de sangre

En literatura leímos la obra "Bodas de Sangre" de Federico García Lorca. Después tuvimos que analizarla y extrayendo partes, agregando nuestra marca personal y agregándole un personaje alegórico rehacer la obra. En este caso decidimos que nuestra marca personal sea la forma de contar la historia, en vez de que sea solo una utilizamos texto, imágenes y audios. El personaje alegórico que decidimos incluir es Cupido para representar al amor.

Madre: (Entrando) ¡Por fin!
Padre: ¿Somos los primeros?
Criada: No. Hace rato llegó Leonardo con su mujer. Corrieron como demonios. La mujer llegó muerta de miedo. Hicieron el camino como si hubieran venido a caballo.
Padre: Ese busca la desgracia. No tiene buena sangre.
Madre: ¿Qué sangre va a tener? La de toda su familia. Mana de su bisabuelo, que empezó matando, y sigue en toda la mala ralea, manejadores de cuchillos y gente de falsa sonrisa.
Padre: Hoy no es día de que te acuerdes de esas cosas.
Madre: Cuando sale la conversación, tengo que hablar. Y hoy más. Porque hoy me quedo sola en mi casa.
Padre: En espera de estar acompañada.
Madre: Esa es mi ilusión: los nietos. (Se sientan.)
Madre: ¡Y alguna hija! ¡Los varones son del viento! Tienen por fuerza que manejar armas. Las niñas no salen jamás a la calle.
Novio: En ninguna boda se vio tanta gente.
Novia: (Sombría) En ninguna. Padre: Fue lucida.
Madre: Ramas enteras de familias han venido.
Novio: Gente que no salía de su casa.
Madre: Tu padre sembró mucho y ahora lo recoges tú.
Novio: Hubo primos míos que yo ya no conocía.
Mujer: ¡Que seas feliz con mi prima!
Novio: Tengo seguridad.
Mujer: Aquí los dos; sin salir nunca y a levantar la casa. ¡Ojalá yo viviera también así de lejos! Novio: ¿Por qué no compráis tierras? El monte es barato y los hijos se crían mejor.
Mujer: No tenemos dinero. ¡Y con el camino que llevamos!
Novio: Tu marido es un buen trabajador.
Mujer: Sí, pero le gusta volar demasiado. Ir de una cosa a otra. No es hombre tranquilo.
Novia: (Con gran sobresalto) ¡Quita! Novio: ¿Te asustas de mí? Novia: ¡Ay! ¿Eras tú?
Novio: ¿Quién iba a ser? (Pausa.) Tu padre o yo.
Novia: ¡Es verdad!
Novio: Ahora que tu padre te hubiera abrazado más blando.
Novia: (Sombría) ¡Claro!
Novio: Porque es viejo. ( La abraza fuertemente de un modo un poco brusco.)
Novia: (Seca) ¡Déjame!
Novio: ¿Por qué? (La deja.)
Novia: Pues... la gente. Pueden vernos. (Vuelve a cruzar el fondo la criada, que no mira a los novios.)
Novio: ¿Y qué? Ya es sagrado.
Novia: Sí. pero déjame... Luego.
Novio: ¿Qué tienes? ¡Estás como asustada!
Novia: No tengo nada. No te vayas. (Sale la mujer de Leonardo.)
Mujer: No quiero interrumpir…
Novio: Dime.
Mujer: ¿Pasó por aquí mi marido?
Novio: No.
Mujer: Es que no le encuentro y el caballo no está tampoco en el establo.
Novio: ¡Lo que quieras! ¡Pero no estés así por la noche!
Novia: (En la puerta) A la noche estaré mejor.
Novio: ¡Que es lo que yo quiero!
Madre: Mientras una vive, lucha.
Novio: ¡Siempre la obedezco!
Madre: Con tu mujer procura estar cariñoso, y si la notas infautada o arisca, hazle una caricia que le produzca un poco de daño, un abrazo fuerte, un mordisco y luego un beso suave. Que ella no pueda disgustarse, pero que sienta que tú eres el macho, el amo, el que mandas. Así aprendí de tu padre. Y como no lo tienes, tengo que ser yo la que te enseñe estas fortalezas. Novio: Yo siempre haré lo que usted mande.
Mujer: ¡Han huido! ¡Han huido! Ella y Leonardo. En el caballo. Van abrazados, como una exhalación.
Padre: ¡No es verdad! ¡Mi hija. no!
Madre: ¡Tu hija, sí! Planta de mala madre, y él, él también, él. Pero ¡ya es la mujer de mi hijo! Novio: (Entrando) ¡Vamos detrás! ¿Quién tiene un caballo?
Madre: ¿Quién tiene un caballo ahora mismo, quién tiene un caballo? Que le daré todo lo que tengo, mis ojos y hasta mi lengua... Voz: Aquí hay uno.
Madre: (Al hijo) ¡Anda! ¡Detrás! (Salen con dos mozos.) No. No vayas. Esa gente mata pronto y bien...; pero sí, corre, y yo detrás!
Padre: No será ella. Quizá se haya tirado al aljibe.
Madre: Al agua se tiran las honradas, las limpias; ¡esa, no! Pero ya es mujer de mi hijo. Dos bandos. Aquí hay ya dos bandos. (Entran todos.) Mi familia y la tuya. Salid todos de aquí. Limpiarse el polvo de los zapatos. Vamos a ayudar a mi hijo. (La gente se separa en dos grupos.) Porque tiene gente; que son: sus primos del mar y todos los que llegan de tierra adentro. ¡Fuera de aquí! Por todos los caminos. Ha llegado otra vez la hora de la sangre. Dos bandos. Tú con el tuyo y yo con el mío. ¡Atrás! ¡Atrás!
Leñador 1: ¿Y los han encontrado?
Leñador 2: No. Pero los buscan por todas partes.
Leñador 3: Ya darán con ellos.
Leñador 2: Parece que se acercan por todos los caminos a la vez.
Leñador 1: Cuando salga la luna los verán.
Leñador 2: Debían dejarlos.
Leñador 1: El mundo es grande. Todos pueden vivir de él.
Leñador 3: Pero los matarán.
Leñador 2: Hay que seguir la inclinación: han hecho bien en huir.
Leñador 1: Se estaban engañando uno a otro y al fin la sangre pudo más.
Leñador 3: ¡La sangre!
Leñador 1: Hay que seguir el camino de la sangre.
Leñador 2: Pero sangre que ve la luz se la bebe la tierra.
Leñador 1: ¿Y qué? Vale más ser muerto desangrado que vivo con ella podrida.
Leñador 3: Callar.
Leñador 1: ¿Qué? ¿Oyes algo?
Leñador 3: Oigo los grillos, las ranas, el acecho de la noche.
Leñador 1: Pero el caballo no se siente.
Leñador 3: No
Leñador 1: Ahora la estará queriendo
Leñador 2: El cuerpo de ella era para él y el cuerpo de él para ella
Leñador 3: Esta noche hay luna llena.


Muchacha:  Qué contáis de la boda?
Suegra: (Seca) Nada.
Mujer: Quiero volver para saberlo todo.
Suegra: (Enérgica) Tú, a tu casa. Valiente y sola en tu casa. A envejecer y a llorar. Pero la puerta cerrada. Nunca. Ni muerto ni vivo. Clavaremos las ventanas. Y vengan lluvias y noches sobre las hierbas amargas
. Mujer: ¿Qué habrá pasado?
Suegra: No importa. Échate un velo en la cara. Tus hijos son hijos tuyos nada más. Sobre la cama pon una cruz de ceniza donde estuvo su almohada.
Narrador: Aparece la mendiga.
Mendiga: (A la puerta) Un pedazo de pan, muchachas.
Niña: ¡Vete!
Mendiga: ¿Por qué?
Niña: Porque tú gimes: vete.¿Vienes por el camino del arroyo?
Mendiga: Por allí vine
.Niña: ¿Puedo preguntarte?
Mendiga: Yo los vi; pronto llegan: dos torrentes quietos al fin entre las piedras grandes, dos hombres en las patas del caballo. Muertos en la hermosura de la noche. (Con delectación.) Muertos sí, muertos.
Niña: ¡Calla, vieja, calla! Mendiga: Flores rotas los ojos, y sus dientes dos puñados de nieve endurecida. Los dos cayeron, y la novia vuelve teñida en sangre falda y cabellera. Cubiertos con dos mantas ellos vienen sobre los hombros de los mozos altos. Así fue; nada más. Era lo justo. Sobre la flor del oro, sucia arena.
Narrador: Aparece la madre con una vecina.
Madre: Calla.
Vecina: No puedo.
Madre: Calla, he dicho. ¿No hay nadie aquí? Debía contestarme mi hijo. Pero mi hijo es ya un brazado de flores secas. Mi hijo es ya una voz oscura detrás de los montes. (Con rabia, a la vecina.) ¿Te quieres callar? No quiero llantos en esta casa. Vuestras lágrimas son lágrimas de los ojos nada más, y las mías vendrán cuando yo esté sola, de las plantas de los pies, de mis raíces, y serán más ardientes que la sangre.
Vecina: Vente a mi casa; no te quedes aquí.
Madre: Aquí. Aquí quiero estar. Y tranquila. Ya todos están muertos. A medianoche dormiré, dormiré sin que ya me aterren la escopeta o el cuchillo.
Vecina: Ten caridad de tí misma.
Narrador:Aparece la novia. Viene sin azahar y con un manto negro.
Vecina: (Viendo a la novia, con rabia) ¿Dónde vas?
Novia: Aquí vengo.
Madre: (A la vecina) ¿Quién es?
Vecina: ¿No la reconoces?
Madre: Por eso pregunto quién es. Porque tengo que no reconocerla, para no clavarla mis dientes en el cuello. ¡Víbora!  ¿La ves? Está ahí, y está llorando, y yo quieta, sin arrancarle los ojos. No me entiendo. ¿Será que yo no quería a mi hijo? Pero, ¿y su honra? ¿Dónde está su honra? (Golpea a la novia. Ésta cae al suelo.)
Vecina: ¡Por Dios!
Novia: (A la vecina) Déjala; he venido para que me mate y que me lleven con ellos. Pero no con las manos; con garfios de alambre, con una hoz, y con fuerza, hasta que se rompa en mis huesos. ¡Déjala! Que quiero que sepa que yo soy limpia, que estaré loca, pero que me puedan enterrar sin que ningún hombre se haya mirado en la blancura de mis pechos.
Madre: Calla, calla; ¿qué me importa eso a mí?
Novia: ¡Porque yo me fui con el otro, me fui!
Madre: Ella no tiene culpa, ¡ni yo! (Sarcástica.) ¿Quién la tiene, pues? ¡Floja. delicada, mujer de mal dormir es quien tira una corona de azahar para buscar un pedazo de cama calentado por otra mujer
Novia: ¡Calla, calla! Véngate de mí; ¡aquí estoy! Mira que mi cuello es blando; te costará menos trabajo que segar una dalia de tu huerto. Pero ¡eso no! Honrada, honrada como una niña recién nacida. Y fuerte para demostrártelo.
Madre: Pero ¿qué me importa a mí tu honradez? ¿Qué me importa tu muerte? ¿Qué me importa a mí nada de nada?
Novia: Déjame llorar contigo.
Madre: Llora, pero en la puerta.
Novia:Esto es un cuchillo, un cuchillito que apenas cabe en la mano; pez sin escamas ni río, para que un día señalado, entre las dos y las tres, con este cuchillo se queden dos hombres duros con los labios amarillos.
Madre: Y apenas cabe en la mano. pero que penetra frío por las carnes asombradas y allí se para, en el sitio donde tiembla enmarañada la oscura raíz del grito.
Narrador: Las vecinas, arrodilladas en el suelo, lloran.




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